miércoles, 15 de junio de 2011

El profesor de arte y la mirada libidinosa

    Cuando entraron por la puerta del bar todas las miradas se clavaron en ellos, formaban una curiosa pareja: el de melenas, ojos azules y aspecto de hippie; ella pelo corto moreno,ojos castaños y un primaveral vestido de flores de colores. Hablaban y reían como chiquillos, era una noche de Mayo cálida, las calles de la ciudad vieja empezaban a refrescarse a la hora en que ellos llegaron al restaurante. El con los ojillos semicerrados de tanto como se reía con los comentarios de ella y ella parloteando sin cesar en un idioma extraño para la mayoría de los clientes; estos, que ponían el radar para intentar enterarse de los chistes que ella contaba, volvían la cara al darse cuenta de que aquello sonaba a alemán o alguna otra lengua nórdica totalmente indescifrable.
    Se sentaron en una mesa al fondo del comedor ajenos a las miradas y comentarios de la gente, eran felices en su mundo y con sus risas.
   Casi por señas pidiron la cena, ella vegetariana se conformó con una grande y variada ensalada , el pidió varios platos que contenían todos ellos algún tipo de carne o derivado. La chica miraba y exploraba los ditintos tipos de derivado animal con una mirada entre curiosa y reprovadora al tiempo que el se reía de su ensalada repleta de esparragos.
    Había algo en la pareja, aparte de su ininteligible idioma, que atraía las miradas de los comensales, saltaba a la vista la gran diferencia de edad. El peinaba una gran cabellera blanca, se adivinaba que rondaría los 60 años y ella con su pelo corto castaño aparentaba no más de 25.
    Padre e hija?, abuelo y nieta?, tio y sobrina?, todas estas posibilidades se hacían casi imposibles dado que no se parecían físicamente en nada. Amantes.........??, podría ser, se les veía tan agusto y felices juntos, pero tampoco daban muestras de un tipo de realción de ese estilo.
    Hablaban y hablaban de sabe Diós que asuntos, aunque todos debían de ser bastante interesantes por la mirada de atención que el hombre mantenía sobre la explicativa dama. La mirada de él siempre atenta a cualquier gesto, movimiento o indicación de ella, nada escapaba a sus ojillos claros e inquisitivos, era un tipo de mirada de las que solo tienen las personas que aman a la que tienen enfrente.
    Cuando llegaron a los postres sacaron unos portafolios y de ellos varias pinturas, dibujos y bocetos, ! ahora si, estaba claro eran profesor y alumna ¡, él le hacía indicaciones y observaciones sobre los distintos proyectos que ella le mostraba y ella asentia o movía con energía su cabeza dando a entender que por ahí no pasaba, cuando eso sucedía el la miraba de otra manera, de una forma que no había hecho hasta entonces, como si las negativas de ella más que incomodarlo le gustasen, cuanto más negaba y disentía ella, más feliz se le veía a el. Se acabaron los dibujos y prosiguió la amena charla anterior, pero la mirada del profesor de arte había cambiado, ya no sólo era de plácida felicidad, ahora había algo, sus ojos se entrecerraban, clavaba su mirada en los ojos de ella al tiempo que sonreía de una manera que indicaba que su mente trabajaba a un ritmo frenético en la elaboración de un plan, un plan que incluía la seducción de la muchacha y la posterior consumación en la habitación de su hotel. Ella no era ajena a esa mirada, a esa actividad mental, ya que de cuando en cuando acercaba su mano a la de él y la rozaba levemente, un toque casi imperceptible para el ojo pero realmente abrasador para dos pieles que juegan, que se desean; el profesor ávido de enseñarle a su alumna unas materias que en el laboratorio de imagenes de su escuela no se enseñan y la alumna, anhelante de ese conocimiento jugueteaba con el helado del postre delante de los ojillos todavía entrecerrados de su maestro. La mirada del maestro que un par de horas antes era de un cariño casi paternal se había transformado en una totalmente distinta, ahora era una mirada libidinosa, en ella se adivinaba el deseo del maestro de impartir otro tipo de materia, de enseñarle otra clase de arte, un arte que al igual que el que enseñaba en la escuela tenía miles de años de antiguedad.
    Aquel hombre sesentón había seducido y conquistado a la veinteañera sólo con su atención y sus miradas, aquel hombre de melena blanca, cuerpo enjuto y ropa vaquera se había transformado en unas pocas horas de padre a maestro, y de maestro en amante.
    Oh........ había sido la veinteañera la que había querido que aquello pasase, quizá fué ella la que sedujo a su intelectual compañero de cena esperando un tipo de clase magistral que en la escuela no se imparte, quizá fué ella la que tenía todo estudiado para que el maestro, al final, le mostrase su mirada libidinosa..............
   Juntos habían entrado y juntos salieron, más los clientes que estaban en el restaurante cuando ellos habían llegado, vieron un pequeño cambio en su casi apresurada salida del local, sus miradas se encontraban de otra manera y sus manos se entrelazaban sin pudor mientras franqueaban la salida.


2 comentarios:

  1. los dos jugaban y los dos se deseaban, solo faltaba el momento adecuado y la cena, el ambiente y el azar hizo el resto...me encanta..si señor..me encanta. sigue sin dejarme poner que soy PATANISAAAAAA

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  2. Sólo puedo decir que me ha encantao la historia, y no voy a hacer ningún comentario que pueda mancharla o estropearla de alguna manera. Mu bonita, gracias. Sigue así y me firmas la primera novela cuando te la publiquen. (es que luego nos quedamos con ganas de mas y sólo un cachito no es suficiente).

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